Los primeros rayos de sol se colaban por la ventada del dormitorio, donde Crowley descansaba. Casi desnudo, solo con la ropa interior y tapado a medias. No penséis mal, no sucedió nada de nada. Como ya había pasado otras veces. Crowley amaneció solo en su gran cama. No se que le hizo pensar a Crowley que esta vez seria distinto, que esta vez se despertaría con compañía. ¿Qué le hizo pensar aquello? No, era imposible que eso ocurriera. Se levanto de la cama, su solitaria casa, donde no se oía nada. Ni siquiera sabia si había pasado la noche con él, o se había ido nada más que el cerro los ojos. Estaba acostumbrado a la soledad. Vivía en ella. Y no le importaba. Pero en parte estaba harto de aquello. De tener que ocultarse. De que se fuera sin mas. Le hacia sentir como una furcia, sin la parte del sexo. Pero ¡Que demonios! Era él el que insista en dormir juntos. Aunque él no dormía. Y Crowley accedía. Se había acostumbrado a dormir acompañado... a dormir en general.
- Maldito... -Decía cada mañana al despertarse y encontrarse las sabanas frías-
Se levanto de la cama, sin saber porque se enfadaba. Si ya sabia que pasaba cada mañana. Pero aun así, le hubiese gustado despertarse y ver aquellos y brillantes ojos azules. Tan azules como el mismo cielo. Esos ojos que hacían que los mirabas como quien mira al infinito. Crowley se coloco esas viejas zapatillas de estar por casa y se vistió con una elegante bata color granate, que tenia sus iniciales bordadas en un hilo dorado. Bajo a la cocina a por su taza de café matutino. Bajo las escaleras con tranquilidad, no esperaba ver a nadie. Como mucho a uno de sus cachorros del Infierno, como él los llamaba. Para su sorpresa, en la cocina, no se encontraba uno de sus perros, haciendo ruidos juguetones con el objetivo de que compartiera su desayuno. Lo que encontró fue a Castiel, sentado en la barra de la que estaba compuesta la cocina. Con las manos en sus propias rodillas. Lucia la misma gabardina que la noche anterior. El miso pelo desaliñado. Y la misma corbata mal colocada. Se giro hacia Crowley cuando este se le quedo mirando, sorprendido.
- Uhm... -Castiel observo la bata que llevaba puesta Crowley, nunca antes le vio con una prenda distinta a la de su elegante traje negro con una corbata que variaba de ver en cuando en color, a veces negra, a veces roja. Ladeó levemente su rostro hacia un lado, frunciendo con levedad el ceño ante la confusión de ver así a Crowley.- ¿Eso es... Llevas un... como se llame...? -Parpadeó varias veces, abrumado por la confusión.-
- Se llaman batas. -Ocultaba bajo un ceño fruncido, la sorpresa de que aun permaneciera aquí. Entro en la cocina y puso la cafetera a hacer café- ¿Quieres? -Señalo la cafetera, ofreciéndole a Castiel una taza de café, aunque realmente no sabia si bebía o no-
Castiel negó con la cabeza y se dedico únicamente a observar al otro. Con las manos aun apoyadas en su regazo. Y las piernas guardadas bajo la silla.
- De acuerdo -Se oye susurrar a Crowley, girándose hacia la cafetera- Nunca pense que la mañana de después fuera así. Y eso que no ha habido nada de antes -Murmuro-
- Que murmuras, Crowley -Le pregunto a Crowley, sin dejar de mirarlo un segundo con la cabeza aun ladeada, pareciendo a si mas un gato que un ángel-
- Nada, Nada... -Cogió una taza del armario que estaba justo encima de su cabeza y se sirvió un poco de café caliente- Solo me preguntaba... ¿Por qué sigues aquí?
Castiel no borro su expresión confusa. Bajando la cabeza, mirando sus propios pies. Pues ni él sabia porque se había quedado, esta vez. Cuando el resto de veces se había ido sin ninguna contemplación ni explicación. No podía decir que se había pasado la noche observando dormir al demonio. Que se había quedado hipnotizado viendo el tranquilo rostro del durmiente demonio. Que nunca parecía tan tranquilo como cuando esta despierto. Que se había quedado sentado en la cama observando y escuchando como hablaba en sueños. Crowley esperaba una respuesta. Observando a Castiel mientras, de vez en cuando, daba algún que otro sorbo a la taza de café que tenia entre sus manos.
- ¿Y bien? -Acabo por decir Crowley, tras unos minutos de silencio en los que Castiel lo único que hizo fue mirarse sus zapatos-
- ¿Eh? -Castiel alzo la mirada finalmente para observar con detenimiento los pardos ojos que el demonio poseía, y que eran lo único del rostro del demonio que el ángel no podía contemplar salvo cuando hablaba con él- Y...Yo... no... no lo se... -Confeso finalmente y volvió a bajar la cabeza-
- Bueno... -Crowley dejo la taza en la encimera y se dirigió a la salida de la cocina. Siendo, así, seguido también por los ojos de Castiel que seguían tan confusos como de costumbre- Pues ya es hora que te vayas.
- ¿Que me vaya? Aun es pronto... -Se levanto con rapidez del taburete donde hasta entonces había estado sentado y siguió a Crowley hasta las escaleras.-
- Pero imagínate que viene alguien y te ve aquí, ambos nos meteríamos en problemas muy graves. -Crowley siguió subiendo las escaleras mientras Castiel se quedaba a los pies de esta observando como la bata de Crowley se movía al compás de sus movimientos-
- Puedo desaparecer si eso ocurre... -Dice Castiel en voz baja, frunciendo el ceño con tristeza pues no quería irse.-
Crowley subió a su dormitorio. Cerro la puerta y se quito lo bata que llevaba y el resto de ropa que le quedaba, dejándola tirada en el suelo y metiéndose al baño a darse una larga ducha. Castiel estuvo al pie de las escaleras, dudando en si debía irse ahora, esperar a que volviera a bajar... o subir él mismo. Al final empezó a subir las escaleras, despacio, sin hacer ruido. La mayor preocupación de Castiel de permanecer en aquella casa eran los perros de Crowley. Aquellos perros del Infierno que aunque Castiel quisiera aparentar, por su orgullo de ángel, que no le daban ningún tipo de miedo. No era verdad, y mas siendo aquellos los perros de Crowley. Mas grandes, fuertes y temibles. Entro en el dormitorio, cerrando despacio la puerta y escuchando la ducha correr y al demonio cantar incluso. Ante aquel sonido decidió sentarse en la cama, como había hecho la noche anterior y espero, escuchando al demonio. Pero lo que aun no entendía era el porque. Porque aquella voz que pertenecía al demonio le gustaba tanto. Porque se quedaba noches observando como dormía. O porque esta vez, a diferencia de las otras, había decidido quedarse. No lo sabia ni entendía. Pero ahora no pensaba en ello. Se quedo escuchando a Crowley ducharse, moviendo las piernas impacientemente como si de un niño se tratase.
Finalmente Crowley salió de la ducha con tan solo una toalla en la cintura. Todo su cuerpo estaba completamente mojado. Su corto pelo se caía por los lados y unas traviesas gotas de agua hacían una pequeña carrera por la zona de los tatuajes, en ambos brazos, del demonio. Crowley nada mas salir de la ducha se percato de que Castiel seguía ahí. Y no solo eso, había estado ahí durante él estaba en la ducha.
- Pense que ya te habrías ido. ¿No te echara en falta cierta ardilla? -Crowley le dio la espalda a Castiel, mirando hacia el armario que no solo decoraba la habitación, si no que era el lugar donde Crowley guardaba tus preciados trajes hechos a medida.-
- N-No se... D-Dean estará bien... -Nada mas aparecer Crowley pareció que Castiel se había vuelto completamente tartamudo. Porque no podía pronunciar palabra sin tartamudear, y sin apartar la vista del semi-desnudo Crowley.-
- Si tu lo dices. -Crowley cogió uno de sus trajes y lo colgo justo en la puerta del armario. Y sin pudor alguno dejo caer la toalla de su cadera. Sin importarle aquel observante que era Castiel.-
- ¡C-Crowley! Q-Que estas haciendo... -El rostro de Castiel cambio del color carne algo pálido al puro rojo vivo, mirando rápidamente al techo, que curiosamente tenia un espejo que apuntaba a la misma cama.-
- ¿Tu que crees? Me estoy cambiando, estoy en mi casa ¿Recuerdes? -Se puso la ropa interior sin molestarse en contestar a Castiel mirándole. Se puso los el pantalón, se coloco la camisa y finalmente miro a Castiel con la camisa desabrochada aun- ¿Algún problema?
- N-No... -Volvió a mirarle cuando ya estaba vestido- Solo... Me pregunto... ¿Para que es eso? -Señalo al espejo justo encima de él-
- Uhm... Ah... Eso... -Crowley mira arriba, al espejo y luego a Castiel con una picara sonrisa- Para jugar.
- ¿Jugar? -Frunció el ceño y ladeo ligeramente la cabeza hacia un lado. ¿Jugar? ¿A que se podría jugar con algo así? No lograba entender a que tipo de juegos se refería el demonio.-
- Lo entenderás cuando seas mayor... -Comenta Crowley con una sonrisa santurrona mientras, uno por uno, se abrochaba los botones de la camisa. Se ponía la chaqueta, estirándola cuando ya reposaba sobre sus hombros. Y colocándose la corbata como solo él podía hacer- ¡Listo!
- ¿Listos? ¿Listo para que? -Cada vez Castiel se mostraba mas confuso.- ¿T-Te vas?
- No. No me voy. Nos vamos. -Se ajusto la corbata frente al espejo que había en la puerta del armario-
- ¿Nos vamos? ¿A donde? ¿Porque? Pense que querías que me fuese -Formulaba una pregunta tras otra, sin esperar respuesta de ninguna de ellas-
- Lo que no quería es que te quedaras ahí plantado. Por si venia alguien. ¿Cómo voy a explicar que un ángel a pasado la noche en mi casa? Pero que, sin embargo, no le he hecho nada... de nada...
- … -Abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerro. No sabiendo como reaccionar o responder a aquello. Simplemente observándole- ¿A donde?
- Confía en mi. Te va ha encantar. -Se volvió nuevamente a Castiel con una confiada y amplia media sonrisa. A lo que Castiel respondió con la misma confusión e incredulidad al no saber a donde tenia pensado llevarle. Pero tampoco pensaba poner queja ni oposición a ello.-
{Continuara~}
