Y llego a casa, tras haber estado largas horas rodeado de papeles e insufribles estúpidos y traidores. Realmente me enerva. Abro despacio la puerta principal, sin hacer casi el menor ruido. Esperando, como habitualmente, ser bienvenido por mis fieles cachorros. Sin embargo, nada más cerrar la puerta lo que oigo no son los ladridos de bienvenida de mi manada, si no la voz de Castiel. La dulce voz que, ya antes de volverme a mirar, me saca una sonrisa. Me giro para mirarle. Y entonces lo recuerdo, lo recuerdo cuando le miro a los ojos, cuando veo su sonrisa al mirarme. Recuerdo que he vuelto del infierno y tras traspasar las puertas de mi casa todo se desvanecía, todos mis pesares y problemas parecen no significar nada frente a lo que día a día me espera tras esas puertas. Porque tras ellas me espera su sonrisa, sus ojos, su voz... él. Con una sonrisa siempre me recibe y con otra igual de sincera le respondo yo.
Esa curva en sus labios que forma una sonrisa, una sonrisa que parece solo reflejarse en su rostro cuando a quien sonríe es a mi. O al menos eso espero. Sus ojos y como me mira con ellos, aquellos azules ojos como el mismo cielo que simplemente me hipnotizan, sin poder parar de mirarlos. Sus labios, labios ásperos y algo cortados pero que parecen ser mi talón de Aquiles, mi mayor pecado se encuentra en ellos, y en el recuerdo de besarle. Oh, sus besos, besarle, una de mis actividades favoritas. Ese dulce sabor al rozar sus labios, la cálida sensación y el deseo de no separarse nunca de ellos.
Sentir su calor es lo que me hace olvidarme de todo.
Y, al fin, lo recuerdo. Y, por fin, lo veo. Veo que mi verdadero Paraíso es junto a él. Que cuando estoy con él no existe ni Cielo ni Infierno. Solo él y yo.
oooOOOoOoOooooOOOOOOHhhH!!!! :D
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