Vivía en un oscuro lugar. Un lugar terrorífico para cualquiera, pero no para él. Aquel lugar oscuro, tenebroso, solitario y frio, él lo consideraba su hogar. El único que había conocido. Porque era como él, oscuro, tenebroso, solitario, frio... Durante años le habían dicho que era un monstruo, un ser que no debería salir de su oscuro rincón. Él se lo creyó, y aunque por aquel entonces era solo un niño con un corazón puro, se encerró en la oscuridad que le decían que era él. Oscuridad que lleno su puro corazón infantil de la mas fría de las soledades. Y con aquella oscuridad creció, con aquella soledad vivió y con la tristeza durmió. Se hizo mayor y aun estaba y se sentía solo. Se veía su cuerpo caminar, pero en él no parecía haber alma que lo hiciera humano. En toda su vida no había experimentado mas que tristeza, soledad, oscuridad, odio por el mundo que lo excluía y melancolía de todo lo que formaba su vida. Sentía odio por las personas, sobre todo aquellas que intentaban establecer una conversación con él, cuando ni ellos mismos querían hacerlo. Aquellos a los que consideraba unos hipócritas, que preguntan ''¿Que tal estas?'' sin importarle siquiera en realidad como estaba.
Aquel chaval, de unos 17 años, que cada día iba andando a clases. Un joven que vivía solo en un pequeño piso de Los Ángeles. Un joven de estatura media, con un pelo corto y desaliñado tan negro como la oscuridad que vivía en su corazón, y unos ojos grandes expresivos aunque lo que expresaran fuera siempre odio, del color negro intenso. A primera vista parecía ser un poco blandengue, por su delgadez, pero nada mas lejos de la realidad. Tenia una característica peca en la mejilla izquierda.
Cada mañana caminaba, a una hora muy temprana, a la primera clase que tenia en la universidad. Estaba estudiando periodismo en la Universidad estatal. Todas las mañanas caminaba como si fuese un zombi, cabizbajo por las calles, evitando mirar a las personas que por ahí caminaban. Le era indiferente a donde fueran esas personas, si tenían prisa o si iban hacia la reunión mas importante de su profesión. Él solo quería llegar a su clase, sentarse en el asiento mas alejado de todos los demás. Y sumergirse en si mismo. Con esto no quiero decir que fuera un mal estudiante, era lo contrario, tenia tal facilidad para todas las asignaturas que podría haber entrado en las mejores universidades de América. Pero él prefería continuar con su soledad y amargura. En un lugar ya conocido. Y pensaba que todo iría como de costumbre, iría a las clases que le tocaran hoy y volvería a su piso sin llamar la atención. Los profesores que mandaban trabajos en equipo, con el tiempo se dieron cuenta de que no podrían sacar nada del trabajo en equipo con este chaval. Así que no le preocupaba que le obligaran a formar equipo con unos pijos de la clase, de estos que tienen que pregonar que sus papis le han comprado un coche nuevo por una matricula de honor. Los detestaba. Aun por hoy, no había encontrado a nadie que se mereciera su respeto. Y con ellos su oscuridad crecía. Caminaba, entonces, mirando continuamente al suelo. Conocía de memoria el camino que debía recorrer, podía haberlo incluso durmiendo. Pero algo se interpuso de repente en su camino. Unos zapatos negros y elegantes ahora estaban frente a sus propias deportivas viejas y deshechas.
- Que pasa, chaval. ¿Has perdido tu dinero para la merienda? -Se escucho una voz, proveniente de el poseedor de aquellos elegantes zapatos.
El chaval se digno a elevar la mirada, para al menos ver quien se dirigía a él y se burlaba de él con su voz. Aquel hombre, sabia que era un hombre porque su voz que en parte le gusto al chaval, llevaba un elegante traje, a juego con los mismo zapatos que asta entonces observaba, una corbata también oscura bien colocada, una barba que parecía de unos días de edad. Al final los ojos del hombre y del chaval chocaron, los ojos de un negro nocturno se mezclaron con los pardos que aquel hombre poseía. Aun por establecer contacto visual no se digno a hablarle.
- ¿Se te ha comido la lengua el demonio? -No se elimino su burla del tono de voz, pero era una voz que encandilaba, como si de una suave caricia se tratase, entraba en los oídos como una dulce melodía-
- ...No... -Al fin el joven hablo, pero tan solo con un suave hilo de voz-
- ¡Oh, sabe hablar! Bueno, ya dimos un pequeño paso... ahora ¿Qué haces aquí a estas horas? -Pregunta aquel hombre, obviamente al chaval con aquella pregunta lo clasifico directamente como un hipócrita mas-
- No te importa... -A aquellas horas siempre estaba mas enfadado de lo normal. Dormía apenas dos horas y eso hacia que, aunque no solía pasar, cuando hablaba lo hiciera de forma borde y malhumorada-
- Solo lo digo porque este no es barrio para un chaval -Al principio esas palabras tal vez no tuvieran ningún sentido, puesto que el camino que recorría siempre era el mismo. Pero al parecer si tenia un sentido especifico-
- ¿Qué no es...? -Dejo de mirar al hombre para mirar donde se encontraba, y si lo que decía era cierto. Y lo era. Estaba en uno de los peores barrios de la ciudad. ¿Cómo había llegado allí? No recordaba haber caminado tanto- Donde...
- ¿De empalmada? Los jóvenes de hoy en día... -Falseo un suspiro de decepción- Dime, ¿Cuál es tu nombre? -Pregunta en un tono calmado, lejos de querer que se pusiera de nuevo a la defensiva-
- ... -Algo en aquel hombre le hacia desconfiar. Pero por otra parte le atraía- Mi nombre es... Axel...
- Bien, Axel, deberías volver a tu casita, con tu madre... antes de que te pase algo por lo que yo no pienso responder -Se notaba la indiferencia que mostraba aquel hombre con sus palabras-
- ¿Qué madre? -Le respondió con arrogancia controlada. Pero aun con la expresión inerte de siempre-
- Pues el gato, me da igual, no es lugar para un chaval. A no ser que seas un suicida -Metió las manos en sus bolsillos, de ese grueso abrigo negro que lucia-
Un silencio los rodeo, solo a ellos, como si quedaran sordos del resto del mundo y las personas que pasaban por la calle, el ruido de los coches se desvaneció y tan solo se oía la respiración de Axel. Era algo que le ocurría a Axel cada vez que se metía en su propia mente. Analizo a quien tenia enfrente, una sutil fragancia a azufre le llego, algo que le desconcertó. Vestía elegantemente para el barrio en el que se encontraba. Y se dirigía a él con toda la confianza del mundo aun por no conoce. Y poco a poco de nuevo el ruido volvió.
- Bien vestido, con barba de hace unos tres días pero no desaliñada. Ojeras de no haber dormido tal vez en semanas. Voz grave, algo ronca, la voz de un bebedor y con un peculiar acento ingles... Solo me falta su nombre... Señor... -Debía ser, hasta el momento, la conversación mas larga que habría tenido con alguien-
- Tenemos aquí un sabelotodo... Eh... -Ocultaba su sorpresa, como bien sabia hacer, la ocultaba con burla- Mi nombre es Crowley, pequeño metomentodo.
Alex me ha encantado, estoy esperando una continuacion *-*
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